Otoño en el Tiempo

Otoño en el Tiempo
Libro de poesía

viernes, 27 de abril de 2012

Fuego

Era la primera vez que viaja en un dragón rojo, apareció al instante, caminaba rumbo a mi casa y pensé; ¿quisiera saber porque no puedo ser un dragón o por lo menos conocer uno?. Entonces miré al cielo y vi llamaradas de fuego, sentí que el sol era intenso, pero no era el sol, era Mondragón. Mis ojos gemían y mis gafas temblaban de miedo, me las quite y lo saludé, pero él no dijo nada, sólo me invitó a subir - 'Ven, sube, te llevaré a casa'. Esas fueron sus palabras, y extendió sus alas, pero eran taaaaan amplias que al aletear, acabo con algunos automóviles (eso me gustó) e hizo soplar un viento fuerte, haciendo remolinos de basura por todos lados. Por fin, levantamos el vuelo y surcamos el alegre cielo azul de abril, la ciudad galopaba. Había ciclistas de todas las edades, iban algunas veces rápido, otras muy lento, pero cuando había que volar lo hacían, sus alas eran muy pequeñitas, pero mágicas y fuertes, ubicadas en sus tobillos, eran de un blanco impresionante. Mis alas también habían despertado, pero aún eran débiles, no las había estrenado, dicen que sólo un dragón las puede despertar y enseñarte a usarlas.

Esa tarde, las sillas voladores cantaban, sus colores resplandecían. Entonces volé hacia ellas y me senté en todas, saltaban como si tuvieran resortes. Mondragón moría de la risa.

A lo lejos, la espiral ciudad galopaba feroz, su humo no nos alcanzaba, sus ansias no nos tocaban, nos alejábamos de sus fumarolas. Surcando el horizonte mirábamos ballenas plateadas y nos dirigimos hacia ellas. Tuvimos que cruzar amplias carreteras rumbo al sureste. Diminutos bichos de colores exhalaban humo e iban lentamente, ellos dirían que a gran velocidad, aunque yo estoy segura que naaa!

El sol sonreía, amaba nuestro planeta y la vida fluía. Llegamos a las montañas, se estremecían a nuestro paso ¿O será que ya estaban así desde antes que cruzáramos? Quise descender un poco, pero Mondragón me advirtió que eran peligrosas, que el fuego de sus bocas era mucho más destructivo que el de él mismo. Fue mejor continuar nuestro camino.
El día apenas se había encendido, y yo había tatuado mi piel de sombras de otras vidas, ellas me protegían de las llamaradas solares. Iba aprender a mantener el vuelo, nunca he temido a las pesadillas y sé que tendría que atravesar diez pruebas con sus respectivas sombras.

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