Otoño en el Tiempo

Otoño en el Tiempo
Libro de poesía

miércoles, 21 de noviembre de 2012


No era el título lo que le inquietaba, era la suave distancia a la que se encontraba de él, de todos.
A veces requería tiempo y espacio, para recordar dónde estaba, con quién, qué hacía ahí, quién era, cómo fue...

No, recordar un título, era lo de menos.

Había subido a la torre más alta de la ciudad y deseaba haber podido saltar, pero no, ni vértigo sintió. No pasó mucho tiempo ahí, miraba el profundo azul del cielo, hasta donde el horizonte se doblaba y su pensamiento divagó.

El que nada cobrará sentido, ni en su propia existencia, era angustiante. Pasaban los días; todos los segundos del día, dueña de su propia respiración, de los suspiros de todo el mundo alrededor. Gente que evidentemente no conocía ni su silencio, ni su propio ritmo. Pues sólo escuchaban el ruido a su alrededor.

Se respiraba su histeria, se leía en cada rostro, se acumulaba en cada tendón de sus cuerpos. No solamente en la ciudad, en la playa, en el pueblo, en el mundo entero. Ya nadie podía estar en paz, más allá del ruido, cerca de la verdad, -más allá del bien y del mal-, sin desquiciarse, hasta lanzarse.

Era por eso que lo intentaba, de una y de tantas formas lo imaginaba, trataba de llegar a él, pues lo importante era el proceso, también. No temía morir, pero quería encontrar la forma correcta, para él, para ella. Generar una idea, construirla, desarrollarla mientras pudiera. Le parecía cobarde, simplemente terminar así. Sin un propósito, sin una idea que definiera su fin, que proclamara su historia. Su vida aquí.

Habrá gente a la que no le importe nada la vida, ni su propia vida y acabaran como muchos, sin pena ni gloria. ¿Pero, quién acaba así, quién es abandonado en el limbo del olvido, quién nunca fue conocido? Quien fue fantasma en vida, no le sería difícil serlo después de muerto. Pensaba...

Pero ella, aunque deseaba morir, valoraba infinitamente su existencia. La importancia de ésta, por lo menos para ella, tenía un significado, aunque no, sentido.

Podría decidir hacerlo en la playa, perderse en el mar, un día claro y lindo. Los días allá siempre lo son, el mar lo cura todo; pero siempre hay que saber ir hacia él, igual que desaparecer de su vista. Nunca ha sido amiga de sus emociones, mucho menos aliada de éstas, quizá por eso el mar tampoco la veía con amigabilidad.

Volvía a él cada que su alma desesperaba y sólo él reconocía su dolor. Aunque continuaba siendo impenetrable, el mar, se volvía una opción. Quizá aquel sacrificio le permitiría penetrar su extraño corazón.


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