Otoño en el Tiempo

Otoño en el Tiempo
Libro de poesía

domingo, 9 de septiembre de 2012

Cuando un pensamiento cae

- ¿Qué clase de Pensamiento es él?

- Cualquiera que éste sea, tiene todo el derecho de caer y sobre todo Tiempo, Eternidad y Presente. Obviamente nada.

- A veces me duele que en aquella Profundidad, tan suya, no sea Consciente que su Caída no tiene Límites, ni fin, ni...

- Es Evidente que Nunca tuvo Pies en la Tierra, sino Todo lo Contrario, Camina de Manos.

- Cuando vino a verme, en Realidad lo notaba Perdido, no lograba organizar Palabras, decía que resbalaban suavemente por su Columna Vertebral, decía que estaba preparando un Experimento, que Todo su Ser era un Cosquilleo. Algo relacionado con el Mito de Silencio.

- No lo he visto, pero conociéndolo. Hace Siglos que no nos vemos. Decidió dejar de comunicarse, porque según él, nunca encontramos el modo de auto-destruirnos y Crear algo Nuevo, algo que naciera de nuestra propia Anulación.

- La Inquietud de Ego es Implacable. Su yo se ha reafirmado hasta la Esterilidad. Aunque no todos ellos son iguales, a él no lo reconozco.

- Gira a su alrededor, pero nunca está solo. Eso Siempre le da fuerza, Seguridad. Es de Sara

- Desesperación, Ansiedad, Ataques de Pánico... vaya Compañía.

- Hay Gente que Prefiere como Compañía Animales, él Prefiere estas Emociones. Navega Profundidades. Seductoras, cercanas a la Muerte, siempre lo ha preferido.

- Viajero del Inframundo, Amigo del Ave Fenix.

- Indagando Invoca el Coito de la Creación y su ser palpita, mientras el pulso Ilumina la Caída.

Había una vez una Charla en el Abismo...

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jueves, 6 de septiembre de 2012

*Se acerca el metro, se dobla bajo el túnel de la ciencia, cruza la vía láctea.*
- Siempre cruza el abismo; comienza el viaje entre charlas.


Observaba la oscuridad, frente a frente la contemplaba pensativo, lejos y mirando el horizonte; una luz se dirigía hacia él.


Cada vez más cerca; el viento acarició su rostro, su cabello revoloteaba en diminutos remolinos sobre sí misma, mientras la música sutilmente vibraba en su interior.


Dio un paso hacia adelante y luego retrocedió rápidamente.


Se detuvieron los vagones, las puertas se abrieron y la multitud emergió asfixiada, desesperada, liberando la tensión.



- ¿Todo había sido una mentira, en realidad era así, cuándo dejó de cuestionarse, cuándo dejó de analizar?


- *Suena el teléfono, ella lo contesta...* - 'Hola, hola... se pierde la señal' - *Guarda su teléfono y saca un libro de su bolsa...* 'Las sombras crecen al atardecer' H. Mankell.
Joel Gustafsson tiene dos cuestiones muy importantes que resolver; *camina en medio del bosque* ¿qué hubiera pasado si fuese niña?e intenta perderse a propósito... - Sí, aquí me quedé.


- Los audífonos suenan a todo volumen, aunque es un sonido muy sensato, comparado con el ruido que arrecia todos los días en los vagones, anda bien de sus pensamientos. Nítidos y frescos. Lo que también se considera un arma de doble filo. Una aguda percepción.


No volveré a pensar en esa situación, he llegado ha varias conclusiones y este nivel en el pensamiento, peligra, se dirige rumbo laberinto, sin fin.
En ese momento observa a una de las mujeres que está sentada en frente de él. Puede imaginar miles de historias, pero su rostro, una imagen le dice algo más especifico, un estado de ánimo y una serie de divagaciones fluyen. Mira a alguien más y así, sucesivamente en decenas de rostros existe una demanda que le provoca otra cuestión.


¿Se detiene el vagón cuándo me cuestiono?


Las páginas se deslizan suavemente, como las palabras. Cruza el bosque sin darse cuenta del tiempo que le tomó llegar a donde se encontraba. Recordó que debía ir de compras y retomó otro camino, (preocupado por el futuro de aquel presente)

*Sonó nuevamente el teléfono, miró la pantalla reconociendo el número de casa y contestó.*


La siguiente estación; *las puertas se abren intempestivamente, luego luego viene el sonido agudo del timbre, suben los vendedores, suben los teatreros y cantantes callejeros, suben los pasajeros, sube el sonido de todo el mundo* ¿Cómo es que suben todos tan rápidamente todo el tiempo?



Pensó: "siempre hubo luz en la oscuridad..."

Cada segundo cobra sentido


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martes, 4 de septiembre de 2012



Despejo el cielo

Nubes
Aunque sus formas provoquen

Digo en voz alta
Sus historias
Para atraparlas en la memoria

Y camino
Despacio danzo
Paso a paso

Sintiendo sus caricias
Así como parte del rito

La efímera existencia
Se desliza
En torno mío

Cubre las montañas
De un azul carmesí
Que atardece

En la mirada se esfuma
Siempre es hoy

Y las cuestiones
De la memoria

Ahondan

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lunes, 3 de septiembre de 2012

Un sorbo de mito.



Un par de demonios discutían cómo devorar al hombre, éste había sido condenado a ser descuartizado y sus partes mutiladas, alimentarían a estos dioses siempre hambrientos.

Al hombre le había sido otorgado este privilegio porque el mundo estaba lleno de cobardes y él no había sido capaz de seguir sus instintos, su voz interior y sus sueños. Los demonios llevaban siglos alimentándose de esta clase de hombres, se había roto el equilibrio de todos los sentidos, del eje principal, el ser central de la creación.

Su pequeño mundo había caído en desgracia y era su fin. Las mujeres eran la balanza que lo seguía sosteniendo, más capaces, peleaban extenuantes batallas y daban a luz. En tanto los hombre huían y se escondían, morían de miedo a los pies de los demonios.

Sólo un pequeño grupo de guerreros tenía el privilegio de tener sexo con estas guerreras, musas de los dioses y de los demonios. Y eran éstos, los que también sabían cómo cuidar el corazón y la razón de estas mujeres.

Su mundo podría resistir cien mil batallas, pero éso no significaba nada, su mundo desaparecería.





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El cuerpo o una nave espacial.



Había visto los rincones más oscuros de su inocencia, pero nunca percibió los que se encontraban afuera, a su alrededor, servía a su propio universo.


Un observador silencioso vigilaba pacientemente, sobre todo en la duda; cada palabra, cada movimiento asombraba y constituía un nuevo descubrimiento. No eran los rasgos de su mirada frente al espejo, porque el tiempo pasaba, aunque no por ella. Era el letargo del presente que deseaba expresar todos los días, con un suspiro, con un palabra, con la sonrisa y transparencia de la honestidad de los segundos.

Hizo un trato con la vida, inconscientemente, hacía ya algún tiempo. Éste consistió precisamente en rendir tributo a cada momento, a cada instante y a cada respiración. Contemplar del cielo; las nubes viajeras, todos los días, las estrellas. Descubrir su rápida lentitud; del cielo despejado sus cantos, sus voces y sus silencios. Rápidamente para el observador, lentamente para ellas, desde su provocativa visión. El tiempo no es igual para nada ni nadie. Y para el que lo descifra es mucho más fácil viajar.

El silencio escuchó, durante muchos años, todos sus pensamientos. El silencio cocía sus labios, el silencio gesticulaba desesperadamente sus gritos. El silencio gritaba en su interior; a través de sus ojos, a través de sus palabras, a través de sus dedos...

A veces todo era cuestión, todo. Mientras dormía, suspiraba un cielo azul, un viento fresco y todos esos sueños extraviados, eran recolectados. Había transeúntes sonámbulos que trataban de disimular, mientras el recorrido satisfacía sus pasos, solían dar zancadas, solían danzar. Siempre hubo ritmo por las calles de la vida.

Hasta la muerte sonreía cuando se le descubría observando esta danza. Ella siempre estuvo al lado del silencio, los cuestionamientos y las dudas. Mujer siempre joven, omnipresente y oscura. Vivía en un reino de contrastes; entre el blanco y el negro de todas las imágenes, todas.

Susurraba sus hechizos al oído del guardián, él seguía observando silencioso. Sabía a dónde ir, qué experimentar, con quién estar. Lo supo cuando se soñó despierto y lo sabría siempre, porque ensoñaba regularmente.

No era su voz una sola, una voz dulce o ronca, era todas las voces. A veces se cansaba de escucharlas, a veces se agotaba y simplemente miraba al cielo, le gritaba a la humanidad. No eran sus nombres luz de claridad, eran sólo confusión, laberintos y sombras.

Y el guardián volvía a preferir el silencio; así que cocía sus labios, gritaba en sus discursos, rasgaba su interior, gesticulaba rabiosamente, salía a la calle y volvía a danzar...





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